Te invito a tomar el té a mi vida. Si te morís envenenado o por causas similares... juro que es pura casualidad.

viernes, 20 de agosto de 2010

Over?

Las despedidas son feas. Cuando alguien se va de viaje por un fin de semana o cuando tu mamá y tu papá te despiden desde la puerta de casa sabiendo que no te van a volver a ver por un largo tiempo. O también cuando alguien se va momentáneamente, de tu vida o de al lado tuyo... Son feas las despedidas en todos los sentidos.
A mi me duelen dos despedidas. Las despedidas para siempre y las despedidas sin bienvenidas.
Las despedidas para siempre te deprimen. Te sacan todas las lágrimas que tenés, pero todas, eh. Porque sabés que son para siempre. Que no vas a volver a ver esos ojos... que no vas a volver a sentir esos abrazos. Que por más que llames y llames a un número que tenés agendado... nadie te va a contestar. Eso duele. Pero queda en tu memoria.
En cambio las despedidas sin bienvenidas, lastiman. Son esas despedidas llenas de nada, de preguntas tales como: ¿Por qué? ¿Qué hice mal?. ¿Por qué te tenés que ir si todavía no te di la bienvenida a mi vida?. A mi este tipo de despedidas en particular, son las que me cuestan. Me cuesta saber que me tengo que despegar de alguien por motivos lógicos (por más que yo crea que no tiene lógica alguna...). Me apretuja el alma, viste. 
Yo no me quiero despedir de vos. ¿Por qué tengo que hacerlo? Si sos tan lindo, si me gusta escucharte hablar, si te siento cerquita... No, no quiero. No quiero.




Cuando alguien se va, el que se queda... sufre más.

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